-Turco. Esta ciudad nunca te va a perdonar tu independencia. Ni tu creatividad. A los cabrones como vos, se les desea la horca o la miseria. Algún día, acordate, vas a ver con toda claridad por qué yo creo que este pueblo atrasa.
No hizo falta que me ocurriera algo especial o extraordinario para que aquella percepción se convirtiera en certeza.
Encerrado en las catacumbas literarias desde donde estoy escribiendo dos libros a la vez, siento que este hecho físico –la escritura de dos textos locales- bajan el telón de una etapa que duró algo así como 15 años. Es el tiempo que me dediqué a pintar la aldea para ver si era cierto aquello de que pintando el pueblo uno conocería el Universo. Sospecho que no. La condición humana hace una excepción en Tandil. Ergo: conozco como muy pocos el tejido íntimo de esta ciudad. Conozco de sobra como funciona la mentalidad del tandilero promedio, cómo operan los medios sobre la subjetividad del vecino, de qué está hecho el poder y de qué están hechos quienes quieren llegar a él. Es cierto: a los cincuenta años cada uno tiene la cara que merece.
Dipi sigue hablando:
-Mitad malicia, mitad brutalidad, mitad envidia. Así es el tandilero. Un cóctel digerible para el fiambrero pero mortal para un escritor. Salvo que seas un genio o que seas millonario y te cagues en todo. Que no lo sos.
-Totalmente de acuerdo.
-Pero tenés una a favor: sos turco. Y como dice el refrán: no conozco a ningún turco boludo. Yo soy judío, raza que tampoco expone muchos boludos. Pero mirá qué paradoja, acá tenés al primer boludo judío de Huyamos de Aquí. ¿Me invitás un whiksy?
Llamo al mozo que en esos días era mozo y hoy trabaja en una farmacia.
-Te voy a dar un consejo. El consejo de un boludo judío –me dice Dipi.
Sonrío y me dispongo a escucharlo.
-Tomátelas de acá. En serio. Yo tuve que volverme porque no me quedó otra. Rajá antes de que te destruyan por acción omisión o difamación. Pensá en la cita máxima de Gombrowicz: “Tandil es una vaca”. Tomátelas vos que podés.
Las tres cosas ya no existen: ni la mesa de ese café, ni Dipi ni su consejo. Decidí quedarme sin saber que esa decisión sería constitutiva de una obra.
Resta saber qué cosas podría escribir uno lejos de la tandilidad que, a menudo, agobia.
Pregunta por ahora retórica que acontece mientras comenzamos a cerrar el largo paréntesis temático local.